miércoles, 17 de junio de 2015



MI LUGAR

Mi lugar es aquel en el que me refugio ante las adversidades. Un sitio donde el tiempo se detiene y todo se ve con los ojos de la perspectiva, la distancia y el espacio. Es mío, único, y del que disfruto. Siempre que necesito ayuda, necesito consuelo o, simplemente, necesito ver las cosas con claridad acudo a él. Recuerdo muy claramente el día que lo descubrí; apenas tenía nueve años cuando un día de verano me enfadé con unos amigos. Estaba tan indignada que hasta se me nublaba la vista. Me puse a andar por una senda que llevaba hacia las montañas, no tenía rumbo y no sabía dónde quería ir. Tras un largo rato de caminata fui a parar a la ladera rocosa de una montaña. Me senté en una de las rocas que tenía forma de sillón. Hoy en día, cuando lo recuerdo, no estoy segura de si fui yo la que eligió la roca o fue ella la me eligió a mí. Me senté en ella por su peculiar forma de sillón y porque, en aquel momento, me pareció que esa roca tenía un color diferente, tenía un tono rosado al comparar con el marrón típico y clásico del resto de rocas. En todas las ocasiones que he vuelto nunca he conseguido volver a ver aquel tono rosado que me llamaba y que hizo que me sentara en ella. Seguramente, aunque curioso, lo del color de rosa es lo de menos. Lo importante fue lo que ocurrió al sentarme en ella. Me apoyé con las manos y me acomodé en aquella especie de sillón. Lo primero que noté fue que la piedra tenía una temperatura diferente, estaba templada, no era una roca fría y dura. Además de aquella temperatura cálida que creaba un ambiente agradable, la piedra transmitía la sensación de estar llena de vida, era como acariciar un ser vivo. A los pocos segundos empecé a sentirme comi si hubiera llegado a mi hogar, como si hubiera regresado a casa, y una gran sensación de paz. No pude evitar dormirme ante tanta tranquilidad, me dejé llevar por aquella sensación tan placentera y me dormí. No sé el tiempo que estuve durmiendo, en realidad, para mí fue como si hubieran pasado unos pocos segundos. Sin embargo, al mirar a mi alrededor vi que faltaba muy poco para anochecer. No me importó ni me asusté, todo lo contrario. Mientras dormía tuve un sueño que marcaría mi vida. En el sueño la roca me iba mostrando uno a uno a todos mis amigos con los que me había enfadado. Me mostraba sus miedos, sus deseos, y cómo eran realmente en su interior. La roca logró que entendiera a las personas, que viera un poco más allá, y que comprendiera que hay que tener paciencia con uno mismo y con los demás. La mayoría se deja llevar y, casi seguro, no es consciente de lo que hace o del alcance de sus hechos. Desde aquel día miré a mis amigos con otros ojos, con otra actitud. Creo que aquel día una roca me aportó un poco de sabiduría y estoy convencida de que me hizo madurar. Regresé a casa sintiéndome más ligera y más yo. Pienso que fui consciente de lo que es la vida y una sensibilidad especial se abrió en mi interior.
Probablemente todo el mundo tiene ese lugar especial, ese sitio al que acude cuando necesitan soledad o aislarse del mundo. El “lugar” donde reconfortarse, recoger fuerzas, y aclarar ideas para seguir adelante. Mi lugar es una roca con forma de sillón que, sencillamente, me eligió y me transmite la sabiduría de muchas vidas. Es el hogar de mi alma.


A.Machancoses