MI LUGAR
Mi lugar es aquel en el que me refugio ante las
adversidades. Un sitio donde el tiempo se detiene y todo se ve con los ojos de
la perspectiva, la distancia y el espacio. Es mío, único, y del que disfruto.
Siempre que necesito ayuda, necesito consuelo o, simplemente, necesito ver las
cosas con claridad acudo a él. Recuerdo muy claramente el día que lo descubrí;
apenas tenía nueve años cuando un día de verano me enfadé con unos amigos.
Estaba tan indignada que hasta se me nublaba la vista. Me puse a andar por una
senda que llevaba hacia las montañas, no tenía rumbo y no sabía dónde quería
ir. Tras un largo rato de caminata fui a parar a la ladera rocosa de una
montaña. Me senté en una de las rocas que tenía forma de sillón. Hoy en día,
cuando lo recuerdo, no estoy segura de si fui yo la que eligió la roca o fue
ella la me eligió a mí. Me senté en ella por su peculiar forma de sillón y
porque, en aquel momento, me pareció que esa roca tenía un color diferente,
tenía un tono rosado al comparar con el marrón típico y clásico del resto de
rocas. En todas las ocasiones que he vuelto nunca he conseguido volver a ver
aquel tono rosado que me llamaba y que hizo que me sentara en ella.
Seguramente, aunque curioso, lo del color de rosa es lo de menos. Lo importante
fue lo que ocurrió al sentarme en ella. Me apoyé con las manos y me acomodé en
aquella especie de sillón. Lo primero que noté fue que la piedra tenía una
temperatura diferente, estaba templada, no era una roca fría y dura. Además de aquella
temperatura cálida que creaba un ambiente agradable, la piedra transmitía la
sensación de estar llena de vida, era como acariciar un ser vivo. A los pocos
segundos empecé a sentirme comi si hubiera llegado a mi hogar, como si hubiera
regresado a casa, y una gran sensación de paz. No pude evitar dormirme ante
tanta tranquilidad, me dejé llevar por aquella sensación tan placentera y me
dormí. No sé el tiempo que estuve durmiendo, en realidad, para mí fue como si
hubieran pasado unos pocos segundos. Sin embargo, al mirar a mi alrededor vi
que faltaba muy poco para anochecer. No me importó ni me asusté, todo lo
contrario. Mientras dormía tuve un sueño que marcaría mi vida. En el sueño la
roca me iba mostrando uno a uno a todos mis amigos con los que me había
enfadado. Me mostraba sus miedos, sus deseos, y cómo eran realmente en su
interior. La roca logró que entendiera a las personas, que viera un poco más
allá, y que comprendiera que hay que tener paciencia con uno mismo y con los
demás. La mayoría se deja llevar y, casi seguro, no es consciente de lo que
hace o del alcance de sus hechos. Desde aquel día miré a mis amigos con otros
ojos, con otra actitud. Creo que aquel día una roca me aportó un poco de
sabiduría y estoy convencida de que me hizo madurar. Regresé a casa sintiéndome
más ligera y más yo. Pienso que fui consciente de lo que es la vida y una
sensibilidad especial se abrió en mi interior.
Probablemente todo el mundo tiene ese lugar
especial, ese sitio al que acude cuando necesitan soledad o aislarse del mundo.
El “lugar” donde reconfortarse, recoger fuerzas, y aclarar ideas para seguir
adelante. Mi lugar es una roca con forma de sillón que, sencillamente, me
eligió y me transmite la sabiduría de muchas vidas. Es el hogar de mi alma.
A.Machancoses