miércoles, 15 de julio de 2015






UN SER EXCEPCIONAL.

En la esquina de mi casa existe un ser excepcional. Al principio lo observaba, me daba pena que no se pudiera mover del sitio. Día tras día en la misma posición, sin moverse, sin desplazarse, sin ninguna novedad en su vida. Me parecía una vida muy triste y, la verdad, me apenaba. Me plateaba cómo sería mi vida si yo no pudiera moverme. Me gustaba salir, pasear, jugar, ir al parque e ir a conocer sitios nuevos donde vivir nuevas aventuras. Sin embargo, él, ahí estaba, sin moverse. Cuando pasaba cerca de él mi marcha aminoraba con el fin de observarlo.
Un día, por fin, me acerqué, me paré unos segundos a su lado pensando en su situación. Sin embargo, me llevé una sorpresa. A su lado no se notaba ningún rastro de tristeza, a su alrededor se disfrutaba de frescor, de vida, y, diría, que de alegría. Me fui con la cabeza baja, pensando, meditando en lo que había percibido. No estaba triste, estaba lleno de vida. No lograba entender esa alegría, pensaba que estaba sólo, triste y, si cabe, anhelando moverse. Al día siguiente, volví a pararme a su lado y, esta vez, me senté a su lado de un modo instintivo, como si quisiera que alguien me explicara lo que ocurría. Estuve bastante rato y, admito, que me sentí muy bien y disfruté del momento. Pero, seguía sin entender. A partir de entonces, todos los días pasaba por su lado y me sentaba un rato. Simplemente, me hacía feliz.
De este modo, pasaban los días y cada vez me gustaban más esos ratitos que pasaba a su lado. Sin más, un día, me dormí junto a él. No sé si lo soñé o fue mi imaginación pero esto fue lo que sucedió. Mi amigo, pues así lo consideraba ya, empezó a hablarme. Era él quien quería explicarme aquello que no entendía:

“Te conozco porque siempre estoy aquí. Soy tu amigo porque vienes a verme. No pienses que estoy sólo, no es así. Mucha gente como tú viene a verme, viene a hablar conmigo, compartimos nuestras cosas. No estés apenado porque mi vida es muy feliz. Muevo los brazos al viento a una altura tan grande que es un placer. Juego con la lluvia cuando cae. Hablo con mis compañeros. Y, sobre todo, cuando tengo ganas de explorar mando a una de mis hojas en esa dirección. Realmente es una vida maravillosa”.

Mi amigo me quiso mostrar el lado de su vida que yo no veía. Tenía razón en todo, sin moverse del sitio tenía muchísimo más que mucha gente. Era feliz, vivía con intensidad, sabía disfrutar de lo que tenía y lo valoraba. Sí, ser un árbol es maravilloso. Sí, mi amigo es un ser excepcional.

A. Machancoses