sábado, 21 de noviembre de 2015




PUENTES

Cuentan las lenguas palabras de amor. No se sabe si es una invención, una leyenda o una realidad. Sin embargo, de lo que no hay duda, es que es un verdadero amor. Ella era dulce, clara y transparente. Él era luz y calor. Se admiraban mutuamente, ambos apreciaban la labor del otro y, desde la distancia, se adoraban. Eran tan diferentes que no podían estar juntos. Unirse era morir. Desde la distancia se adoraban y se admiraban suspirando por un abrazo que nunca se podrían dar. Sus ojos lo decían todo, con su mirada se querían, se hablaban y se amaban. Estaban unidos por su amor y separados por una distancia que no podían salvar. No se sabe en qué momento se enamoraron, unos dicen que cuando se vieron la primera vez, otros, por el contrario, afirman que el amor los buscó y los unió. No importa el principio, lo que realmente sorprende es que cada vez se amaban más. Sabían que jamás se podrían tocar, nunca se podrían besar y nunca se abrazarían. Les apenaba profundamente el hecho de que nunca se iban a acariciar. Un amor tan grande nunca podría terminar y, a la vez, nunca se podría unir. A pesar de que esa distancia nunca se podría salvar ambos estaban decididos a encontrar el modo de poderse conectar. Si se tocaban ella moría y él sabía que jamás la iba a tocar. Un día, con su mirada, decidieron buscar el modo de celebrar su amor. Tenían que encontrar un puente que hiciera que estuvieran en contacto, que al menos algo los uniera. Es así como el sol y la lluvia querían estar, unidos. Era imposible estar unidos pero sí que podrían demostrar al mundo su amor. Pensaron largo tiempo en cómo unirse, en cómo demostrar su amor y en cómo repartir su amor con los demás. Dicen algunas voces que por las noches se podía escuchar a la lluvia y al sol llorar por no poderse encontrar. Sin embargo, algo maravilloso estaban a punto de crear. Estaban decididos a acariciarse una vez en la vida aunque después muriesen. Su amor era tan grande que no tenían miedo a la muerte a cambio de quererse una vez. Sólo una vez. La lluvia y el sol decidieron que se iban a acariciar, se quedaron mirándose y empezaron a acercarse el uno al otro. Sin ellos esperarlo crearon entre los dos un puente de maravillosos colores que los unía. Su caricia se transformó en un puente de colores que los unía. Es así como el sol y la lluvia crearon el arcoíris. Su amor se unió en forma de maravillosos colores que llenaban el cielo. Todos podían observar su amor y, sobre todo, ellos se podían acariciar. El mundo se paraba a ver ese puente maravilloso de colores, el arcoíris. El puente de amor de la lluvia y el sol. Su amor será eterno y, todos, serán testigos de ello. El arcoíris es el puente que los une, que los enamora cada vez más y, sin duda, recuerda al mundo que el amor es maravilloso y que, evidentemente, puede con todas la barreras que puedan existir.

A.Machancoses