lunes, 23 de marzo de 2015

EL PASADO 13 DE MARZO DE 2015 SALIÓ UNA RESEÑA DE LA NOVELA "AQUÍ Y ALLÍ" EN LA WEB LITERARIA "RESONANCIAS.ORG". ESTÁ PUBLICACIÓN LLEVA DESDE EL AÑO 2001 DIFUNDIENDO LA LITERATURA Y EL ARTE. 

MUCHAS GRACIAS POR INCLUIR MI NOVELA EN SUS PÁGINAS. 


http://resonancias.org/news/read/797/se-publica-aqui-y-alli-novela-de-ana-machancoses/

martes, 3 de marzo de 2015






LOS SONIDOS DEL MUNDO.



La tierra también escucha música como nosotros. Encendemos la radio, nos ponemos música, oímos cantantes, vamos a conciertos, algunas personas son músicos; estamos en contacto con la música de un modo u otro. No sabemos por qué pero la música o las canciones son capaces de transportarnos, de hacernos sentir, de hacernos cambiar de estado en pocos segundos. Hay notas que nos hacen hinchar pecho y tener fuerza para hacer cualquier cosa, hay otras que nos hacen soñar o, incluso, llorar. La música tiene un pase directo hasta nuestro interior, no hay puertas, no hay barreras, simplemente lo atraviesa todo y llega. Tenemos la costumbre de poner banda sonora a nuestras vidas. Recordamos la música que sonaba en situaciones que fueron importantes para nosotros. Cuando nos sentimos mal, o estamos tristes, intentamos componer la canción que refleje nuestros sentimientos. Dudo mucho que alguien se pueda imaginar su vida sin ningún rastro de melodías, aunque sólo sean vibraciones. En realidad, los sonidos siempre están ahí y, por ese motivo, se intenta conseguir modelar los sonidos para conseguir preciosas melodías. Pues bien, no somos los únicos. Os voy a contar una conversación de un pájaro con la tierra.
 Al principio de todo, la tierra estaba muy contenta de ver cómo el mundo iba cogiendo su ritmo y todo iba sobre la marcha. Sin embargo, como todos, la tierra también tenía algunos momentos de desánimo. Eran muchos los problemas que afrontaba día a día, aunque todo lo solucionaba. Un día la tierra estaba en silencio, pensativa, sin ganas de nada. Se le acercó un pájaro a hablar con ella, se había dado cuenta de que la tierra estaba muy pensativa y no era normal, la tierra siempre estaba haciendo cosas o montando nuevos mundos. El pájaro le preguntaba pero la tierra no contestaba. Le volvía a preguntar, y no contestaba. Así hasta una decena de veces. El pájaro se puso a dar saltitos en círculos, tenía que hacer algo y tenía que pensar rápido. La tierra se merecía ser feliz. El pájaro no sabía qué decirle, no encontraba palabras para ella. De este modo, se plantó y se puso a cantar. Cantó como nunca había cantado, le salían los sonidos desde lo más profundo de su corazón. Con su melodía le mandaba todo su amor, todo su agradecimiento y toda su esperanza en el mundo que había creado. La tierra, al principio, ni escuchaba al pájaro. Sin embargo, su melodía era tan bonita, transmitía tanto amor que, por fin, la escuchó. Se quedó embobada escuchando a aquel ser tan diminuto y con tanto amor en su interior. Poco a poco, otros pájaros se fueron uniendo a la melodía, crearon un concierto para su querida madre, la tierra. La tierra estaba tan orgullosa de sus pequeñas criaturas que, de golpe, olvidó la tristeza; tenía muchas cosas que hacer por todos aquellos seres que tanto la adoraban.

A partir de ese día, todos querían crear melodías para la tierra. Se reunieron y decidieron que todos los seres con vida crearían su música para ella. Unos cantarían de noche, como los grillos. Otros cantarían de día, como las cigarras. El agua crearía su sonido, como una cuna que mece y relaja. El viento soplaría con diferente intensidad para silbar. Cada clase de pájaros crearía su propio sonido especial. Hasta los seres con menos voz, o más afónicos, formarían parte de los coros para dar su toque especial. Las ranas cantarían a ciertas horas. Absolutamente todos, afinaron y crearon. La tierra tenía su propia música, sus propios conciertos y, a decir verdad, estaba encantada. Los sonidos de su mundo eran perfectos y maravillosos. Todas las criaturas tenían su gracia cuando cantaban, todos aportaban una parte especial. Todos le encantaban. Desde entonces, la tierra nunca está en silencio, todo sigue su curso con armonía y música. Sal a escuchar los sonidos del mundo, escucha a tus compañeros de mundo, te sorprenderá.

A.Machancoses

domingo, 1 de marzo de 2015






JUGAR CON EL VIENTO.



Dicen que el viento es como los niños. Recuerdo que cuando era pequeño me gustaba ir en bicicleta, pedalear muy fuerte y sentir el viento en mi cara. Era una sensación indescriptible de libertad. No escuchaba nada más, se creaba una conexión con el viento de fuerza y de volar por el cielo. Cuanto más lo sentía más quería y más me gustaba. Esos momentos eran únicos, el tiempo no importaba y, desde luego, se hacía corto. Creo que lo que más me gustaba era la sensación de libertad. Ahora, dicen que el viento es como los niños, juguetón, inquieto, travieso y, sorprendentemente, feliz. Juega con las plantas, con los árboles y, cómo no, con los pájaros. Hacen carreras para ver quién llega antes. Lleva a los pájaros, los mece y los empuja. Realmente emocionante. El viento mueve las plantas de las praderas y consigue hacer dibujos, sopla con mayor o menor intensidad y, de ese modo, logra sacar figuras maravillosas. En ocasiones, sopla sobre el agua y consigue dibujar ondas perfectas. Sin embargo, creo que donde tiene un lienzo mayor es en el desierto y en playa. Para él es muy fácil mover los granos de arena y dar la textura que está buscando. Quizá desde el suelo no somos capaces de ver los diferentes dibujos que crea pero, si se ve desde lo alto, crea figuras insospechadas. Mujeres que están nadando en un mar de arena, animales que juegan entre ellos, o paisajes que parecen del edén. En la playa dibuja para el mar, sabe que el mar no puede llegar hasta el final y, ante las caricias del agua a la arena, dibuja para que el mar se alegre. En realidad, son amigos y se hacen regalos. A veces, llena la arena de pequeñas conchas imitando el fondo del mar. No es que el viento haya bajado nunca al fondo del mar, no lo ha visto jamás, sin embargo, su amigo le cuenta con detalle cómo es por dentro. El viento plasma lo que su amigo le dice, intenta imaginar cómo es y lo dibuja. El mar sonríe, acaricia con más ganas la arena y disfruta con la belleza de las creaciones del viento. Se conocen tantos años que se adoran y se admiran. Ambos son creadores y, sobre todo, transmisores de felicidad. Sin duda, el viento baila y, en alguna ocasión, se ve cómo gira sobre él en medio del mar. No olvidemos que es capaz de silbar y cantar, todos conocemos su sonido, hasta cuando se enfada. Creo que el viento sabe disfrutar del mundo, viaja por él y le encanta. No me extraña que digan que el viento es como los niños, siempre está dispuesto a vivir cualquier aventura, nunca pierde la curiosidad y las ganas de aprender. Sabe que en el mundo siempre hay algo que aprender y que, a pesar de todos los años que lleva en el mundo, le queda mucho por hacer y por ver. Ojalá que yo nunca pierda esa visión del mundo que tienen los niños, y esas ganas de hacer, aprender y crecer. En realidad, el viento es un niño con una gran sabiduría. Escucha cómo silba, déjate llevar por su libertad.

A.Machancoses