LOS SONIDOS DEL MUNDO.
La tierra también escucha música como nosotros. Encendemos
la radio, nos ponemos música, oímos cantantes, vamos a conciertos, algunas
personas son músicos; estamos en contacto con la música de un modo u otro. No
sabemos por qué pero la música o las canciones son capaces de transportarnos,
de hacernos sentir, de hacernos cambiar de estado en pocos segundos. Hay notas
que nos hacen hinchar pecho y tener fuerza para hacer cualquier cosa, hay otras
que nos hacen soñar o, incluso, llorar. La música tiene un pase directo hasta nuestro
interior, no hay puertas, no hay barreras, simplemente lo atraviesa todo y
llega. Tenemos la costumbre de poner banda sonora a nuestras vidas. Recordamos
la música que sonaba en situaciones que fueron importantes para nosotros. Cuando
nos sentimos mal, o estamos tristes, intentamos componer la canción que refleje
nuestros sentimientos. Dudo mucho que alguien se pueda imaginar su vida sin
ningún rastro de melodías, aunque sólo sean vibraciones. En realidad, los
sonidos siempre están ahí y, por ese motivo, se intenta conseguir modelar los
sonidos para conseguir preciosas melodías. Pues bien, no somos los únicos. Os
voy a contar una conversación de un pájaro con la tierra.
Al principio
de todo, la tierra estaba muy contenta de ver cómo el mundo iba cogiendo su
ritmo y todo iba sobre la marcha. Sin embargo, como todos, la tierra también
tenía algunos momentos de desánimo. Eran muchos los problemas que afrontaba día
a día, aunque todo lo solucionaba. Un día la tierra estaba en silencio,
pensativa, sin ganas de nada. Se le acercó un pájaro a hablar con ella, se
había dado cuenta de que la tierra estaba muy pensativa y no era normal, la
tierra siempre estaba haciendo cosas o montando nuevos mundos. El pájaro le
preguntaba pero la tierra no contestaba. Le volvía a preguntar, y no
contestaba. Así hasta una decena de veces. El pájaro se puso a dar saltitos en círculos,
tenía que hacer algo y tenía que pensar rápido. La tierra se merecía ser feliz.
El pájaro no sabía qué decirle, no encontraba palabras para ella. De este modo,
se plantó y se puso a cantar. Cantó como nunca había cantado, le salían los
sonidos desde lo más profundo de su corazón. Con su melodía le mandaba todo su
amor, todo su agradecimiento y toda su esperanza en el mundo que había creado.
La tierra, al principio, ni escuchaba al pájaro. Sin embargo, su melodía era
tan bonita, transmitía tanto amor que, por fin, la escuchó. Se quedó embobada
escuchando a aquel ser tan diminuto y con tanto amor en su interior. Poco a
poco, otros pájaros se fueron uniendo a la melodía, crearon un concierto para
su querida madre, la tierra. La tierra estaba tan orgullosa de sus pequeñas
criaturas que, de golpe, olvidó la tristeza; tenía muchas cosas que hacer por
todos aquellos seres que tanto la adoraban.
A partir de ese día, todos querían crear melodías
para la tierra. Se reunieron y decidieron que todos los seres con vida crearían
su música para ella. Unos cantarían de noche, como los grillos. Otros cantarían
de día, como las cigarras. El agua crearía su sonido, como una cuna que mece y
relaja. El viento soplaría con diferente intensidad para silbar. Cada clase de
pájaros crearía su propio sonido especial. Hasta los seres con menos voz, o más
afónicos, formarían parte de los coros para dar su toque especial. Las ranas
cantarían a ciertas horas. Absolutamente todos, afinaron y crearon. La tierra
tenía su propia música, sus propios conciertos y, a decir verdad, estaba
encantada. Los sonidos de su mundo eran perfectos y maravillosos. Todas las
criaturas tenían su gracia cuando cantaban, todos aportaban una parte especial.
Todos le encantaban. Desde entonces, la tierra nunca está en silencio, todo
sigue su curso con armonía y música. Sal a escuchar los sonidos del mundo,
escucha a tus compañeros de mundo, te sorprenderá.
A.Machancoses
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