domingo, 4 de enero de 2015






UNA GRAN MISIÓN


Una gran aventura iba a empezar, la mayor que jamás se había visto y, mucho menos, conocido. Había que buscar un sitio en el que pudieran vivir las personas. Hombres y mujeres iban a emprender un viaje por la vida. Se decidió que el mejor lugar para que vivieran era la tierra. Todos se quedaron mirando a la tierra, esperaban en silencio su reacción. A nadie se le escapaba que era una misión muy difícil, con mucho sacrificio y de mucha responsabilidad. La tierra, tras unos segundos de silencio, accedió a la nueva misión que le estaban ofreciendo. Se sentía preparada para llevar a cabo esta empresa pero, al mismo tiempo, sabía que tendría que afrontar momentos muy duros. Todo el mundo sabía cómo son los humanos y, por supuesto, ella también. La combinación de dolor y felicidad estaba asegurada. La tierra quería prepararse bien, pensaba que una buena previsión la podría ayudar en el futuro. Era consciente de los duros defectos que tiene el ser humano: el odio, la envidia, el rencor, el ego, la maledicencia, la avaricia, el poder, etc. Sin embargo, también tenían otras virtudes: el amor, la empatía, la compasión, la ecuanimidad, la capacidad de ayudar, la amistad, etc. Tenía que encontrar el método idóneo para poder ayudarles a potenciar lo bueno y descartar lo negativo. Tras días de pensar y pensar llegó a una solución; dedicaría partes de ella para poder ayudar. Pensó en todos los minerales que tenía y, a cada uno, les iba a dar un poder diferente. Unos servirían para limpiar y eliminar las energías negativas, otros servirían para protegerse, otros fomentarían la amistad, algunos servirían de atracción de lo positivo, otros ayudarían a sanarse y, así, fue repartiendo todos los poderes entre todos sus minerales, partes de su cuerpo que iba a utilizar para el bien de la humanidad. También sabía que la humanidad era propensa a las enfermedades y, sin duda, necesitaban también la forma de curarse de sus males. Volvió a pensar y pensar, hasta que encontró la solución. Recurriría a sus queridos árboles y sus plantas, ellos serían los encargados de tener las sustancias que se necesitaban para poder curarse. Empezó a repartir el poder entre las plantas, unas serían antisépticas, otras antiinflamatorias, otras sedantes, otras estimulantes, etc. Creo toda la farmacia necesaria para la buena salud de las personas. Eran muchas las cosas que se tenían que vivir, muchas las cosas que se tendrían que superar y, sobre todo, era mucho lo que se tenía que aprender. Nadie sabía el tiempo que iba a durar esta misión, su fin sería cuando la humanidad aprendiera el verdadero sentido de lo que significa la palabra “amor”. La tierra ni siquiera preguntó cuándo terminaría, era evidente que su aventura iba a ser para muchos milenios. En realidad, le apasionaba lo que iba a empezar, había conocido ya a personas y sabía que, si bien los hombres pueden hacer mucho daño, también pueden hacer mucho bien. La humanidad es capaz de sentir buenos sentimientos y de hacer cosas maravillosas. Ese era su objetivo, que se dieran cuenta de la capacidad de amar y de crear que tienen.

 A.   Machancoses


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