EL VIENTO
El viento sigue soplando. No puedo evitar seguir
mirando al cielo. Siempre que sopla el viento es mejor parar y descansar. La
última vez que se levantó tan fuerte todo fueron catástrofes. Cuando es una
brisa suave es muy agradable, es como una caricia, sin embargo, cuando se
enfada y empieza a ser huracanado hay que tener mucho cuidado. No sé qué habrá
despertado su furia pero yo andaría con cautela. No es fácil hacer enfadar el
viento, no he visto nunca a nadie que sea tan paciente como él. Seguramente
algo habrá visto que le ha indignado. Sé de buena tinta que lo único que no
soporta el viento es la injusticia. A mí no me gustaría que el viento se
enfadase conmigo, no hay escondite posible cuando ruge. Hay que decir también
que el viento es el mejor amigo que se puede tener. A mí me ha ayudado en
varias ocasiones y no lo olvidaré jamás. Gracias a él llegué un día a mi casa,
no me quedaban fuerzas y ya estaba desfallecido pensando que no llegaba a casa
y que era mi último día. El viento me dio el empujón necesario y las fuerzas
para llegar a casa sano y salvo. Me encanta cuando está contento y empieza a
silbar, tiene un sonido inconfundible y, para mí, es como una nana que me
cantan de noche que me deja dormido. Otras veces, cuando no puede silbar, se
acerca y te acaricia, es como si te susurrara al oído que está ahí, que siempre
está. Es un fiel amigo y un gran guardador de secretos. Jamás ha ido contando
nada de nadie, no se dedica a desperdigar lo que, en confianza, la gente le
confía. En ocasiones creo que vale más por lo que calla que por lo que sabe.
Quizá sea porque él tiene una mayor perspectiva ante los problemas y los ve de
otro modo. Sea como sea, siempre apoya y ayuda a todos. Siempre está preparado
para dar ese empujón que parece que te falta. Algo muy injusto habrá visto para
que esté tan alterado. Viaja mucho y conoce a todo el mundo, pero como él dice:
“nunca se acaba de conocer a nadie, siempre te pueden sorprender para bien o
para mal”. No lo he dicho pero también es muy sabio. A veces, se detiene a
hablar con grandes maestros y pensadores, según cuenta él le encanta una buena
conversación. No lo dudo, no he visto jamás a nadie con una mente tan abierta y
con tantas ganas de aprender y de hacer cosas. Recuerdo un día en el que estaba
verdaderamente triste, uno de sus maestros había muerto y lo echaba de menos.
Me dijo que había personas que dejaban huella en el resto, que dejaban un gran vacío
aunque antes de partir te habían dejado el corazón lleno. No sé si soy capaz de
entender exactamente lo que quiso decir, lo que sí que entiendo es que a mí me
costaría vivir sin alguno de mis amigos. Ahora es mejor estar parado y quieto
esperando que su enfado pase y que se recomponga. A los arboles esta situación
les gusta más, para ellos es como si les diera un masaje, les mueve las ramas,
les tira las hojas que ya están secas y les acaricia su tronco. Se ponen
contentos y parece que bailen para el viento. Para mí es mejor parar y esperar,
mandarle ánimos y besos para que sepa que lo queremos y que estamos con él. Sin
embargo, qué voy a saber yo, solo soy un pájaro que juega con él y que lo
adora.
A.Machancoses
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